Cuidando a nuestros mayores
- Tito Méndez-

A un alto porcentaje de nuestros mayores la salud no les priva de realizar gran número de labores. No obstante, otro porcentaje requiere una ayuda que bien puede ser mínima o máxima, dependiendo de su grado de incapacidad. Desde estas líneas queremos alabar el esmero con el que los trabajadores de las instituciones dedicadas a estos menesteres desarrollan su actividad, esmero que no excluye el apoyo que la familia ha de dar, para que aquellos, una vez integrados en tales establecimientos, se sientan protegidos y amparados por un afecto que día a día constituye su alimento diario y vital.
La anterior premisa surge como consecuencia de que la unidad familiar que hoy día hemos establecido, priva a sus miembros de estar en todo momento respondiendo a todo tipo de demandas que inesperadamente puedan surgir en la convivencia con nuestros mayores. Así, las necesidades de unos y los esfuerzos de los otros, resultan con frecuencia generadores de tensión. ¿Por qué dicha afirmación? Veamos.
Tareas que implica el cuidado de las personas mayores:
  1. Propias de la actividad doméstica: Cocinar, lavar, limpiar, planchar, etc.
  2. Atenciones sanitarias: Traslados a centros de salud, realización de pruebas diagnósticas, recogida de datos, etc.
  3. Movilización dentro del propio domicilio.
  4. Ayuda para el aseo personal.
  5. Asesorar en la administración de dinero y bienes.
  6. Apoyo para el cumplimiento de las prescripciones farmacológicas.
  7. Cuidados propios de enfermería: Vendajes, curas diarias, etc.
  8. Resolución de situaciones de falta de comprensión y tiranteces.
  9. Algunas ayudas complementarias: Facilitar vaso de agua, acercarle la radio...
Todo este conglomerado de actividades, exige forzosamente reorganizar la vida familiar, laboral y social, de acuerdo a estas necesidades...... y las consecuencias no se hacen esperar en todos los órdenes de la vida:
Todas las anteriores premisas nos conducen a una conclusión, que si bien no es perfecta, sí al menos necesaria, y no es otra que el ingreso de la persona mayor en una residencia. Dicho ingreso, no entraña un nuevo período con un cese de la responsabilidad del familiar, simplemente seguirá desarrollando un papel similar aunque con menores requerimientos. Por una parte ciertas responsabilidades se trasladan a la institución acogedora, pero al mismo tiempo nacen, o deben nacer, otras, como una mayor preocupación por saber cómo está siendo atendido. Aparecen, como no, sentimientos de cierta culpabilidad al pensar que se ha delegado la propia responsabilidad.
Insistiremos tenazmente desde aquí, que salvo casos reducidos, el abanico de posibilidades para una asistencia plena e integral de la persona mayor, queda limitado a instituciones y organismos públicos y privados que desarrollen una actividad coherente ante los fines para los que han sido concebidos, suplementados por la red socio-familiar del internado.

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